Tu poesía jamás será desterrada
Entre vidrios rotos y madera húmeda crece el amor
Es Pablo Neruda (12 de
julio de 1904 – 23 de septiembre de 1973) el canto de un pueblo que todo lo
hizo a mano: el beso y la caricia, el poema, el recuerdo, el amigo, la muerte. Este
escritor con sabor a vino y sangre, oloroso a mar y nostalgia no vivió una vida
sino muchas “Mi vida es una vida hecha
con todas las vidas: las vidas del poeta”, nació en Chile y “de aquellas tierras, de aquel barro, de
aquel silencio, he salido yo a andar, a cantar por el mundo” su
Crepusculario y sus Odas; sus Cantos Ceremoniales y Sonetos de Amor; su Canto
General y sus Residencias; su Estravagario y sus Navegaciones entre otras
muchas obras.
Es el beso la cavidad más
grande pues en él caben todos los misterios del mundo. ¡Qué bueno saber que con
él se opacan las tristezas! Es la caricia el paseo más sabroso pues en
ella nos descubrimos las sensibilidades. La vida debe crecer en el mástil o
alzarse como los mascarones de un viejo navío que rompe las olas, vestirse de
poesía, derretirse en almíbar, mantenerse firme y entregarse toda “Yo quiero para mí la avena y el relámpago/ a
fondo de epidermis,/ y el devorante pétalo desarrollado en furia,/ y el corazón
labial del cerezo de Junio,/ y el reposo de lentas barrigas que arden sin
dirección,/ pero me falta un suelo de cal con lágrimas/ y una ventana donde
esperar espumas”.
Es el poema el único placer que se tiene en solitario, es acicalarse para
recibir al amado, anticipo placentero del gusto de una mirada ajena posada
sobre las propias letras. Es la carta un abrazo a distancia, voz que llega
donde no el grito, taburete donde nos encaramamos para alcanzar el arco iris “¡Ay! si con solo una gota de poesía o de
amor pudiéramos aplacar la ira del mundo, pero eso sólo lo pueden la lucha y el
corazón resuelto”.
Es
el recuerdo recurrencia en el impreso de nuestra memoria, titular no siempre
bien logrado pero que invita a continuar abundando en la noticia y no son pocas
las veces que la misma nos ocupa por días aunque no sean buenas nuevas sino
amargos desencuentros “no son recuerdos
los que se han cruzado/ ni es la paloma amarillenta que duerme en el olvido/
sino caras con lágrimas/ dedos en la garganta/ y lo que se desploma de las
hojas:/ la oscuridad de un día trascurrido,/ de un día alimentado con nuestra
triste sangre”.
Es el amigo la mejor digresión en el discurso de la solidaridad,
coincidencia de nuestra locura; es quien enciende un fosforito para guiar nuestros
pasos en la oscurana del dolor más intenso y se ríe de nuestras ridículas
ocurrencias. Así, un día de estos que amanezca más temprano, abriré el abdomen
de una página y saldrá de sus entrañas un poema de Neruda que sobrevivió a la
intemperie: “En la noche del corazón/ la
gota de tu nombre lento/ en silencio circula y cae/ y rompe y desarrolla su
agua”.
¡Qué pena que a veces la muerte nos quiebre el empate y se
salga con la suya! Siempre nos sorprende aunque intentemos prepararnos para su
encuentro. Nos colma de tristeza y hace que nuestro andar vacile por unos
momentos. Entonces, buscamos a tientas en qué gajito de entereza aferrarnos
para no caer en la borrasca de la desesperanza. Porque después del frío y el fuego un poeta no puede
ser el mismo, una vez que la muerte nos ha besado la vida “es una sola hora larga como una vena/ y entre el ácido y la paciencia
del tiempo arrugado/ transcurrimos/ apartando las sílabas del miedo y la
ternura/ interminablemente exterminados”.
¡Ay,
poeta! Si te marchas o te mueres te quedas sin beso ni caricia, sin poder
escribir; sin carta, recuerdo ni un carajo porque, como sentenció alguna vez
Gabriel García Márquez, “morir es no estar nunca más con los amigos”. Así,
pues, ¡salud, Pablo Neruda! Haznos el favor y no te mueras nunca. Y gracias,
compañero de canto solo “Porque los
hombres ya no tienen muerte/ y tienen que seguir luchando desde el sitio en que
caen/ hasta que la victoria no esté en sus manos/ aunque estén fatigadas y
horadadas y muerta/porque otras manos rojas, cuando las vuestras caigan/
sembrarán por el mundo los huesos de tus héroes/ para que tu semilla llene toda
la tierra”.
Palabra: Ileana Ruiz
Dibujo: Xulio Formoso