Érame
una vez enamorada de todo lo vivo. Gente con sus rostros, sus manifestaciones
culturales y su andar; plantas cargadas de racimos de penas y alegrías; animales
cautivadores o cautivos y paisajes…porque para nuestros pueblos ancestrales
hasta las piedras respiran. Lo que palpita me emociona; Aquiles Nazoa me lo
enseñó: "Yo no puedo ver una flor sin que se me boten las lágrimas. Ni un paisaje sin que se me boten los ojos" “
Puedo describir el mundo según lo
percibo, resumirlo en sonidos o analizarlo en silencios; puedo valerme de
complejos dispositivos vocales para tratar de darme a entender pero las
oraciones siempre serán corimbos con pedicelos de palabras sujetándose al tallo
de una idea. Al expresarlo por escrito, siempre tendré la duda de si lo que yo
veo es común a alguien más. La profundidad de lo humano desborda los límites
del alfabeto.
Los trazos son otro cuento. Allí no
hay misteriosas cavernas donde ocultarse. Los secretos se develan. No hay línea
que sobre porque no se puede dibujar con creyones incoloros que permitan que
cada vidente use su aguamarina preferida. La transparencia sólo aplica para el
alma de quien está creando: vemos lo que ella quiere que veamos, su visión
crítica de las cosas, su mundo.
Érame una vez enamorada de la vida
reflejada en mis retinas desestimando lo atrapado en el punto ciego. Ahora,
cada vez que una obra de arte se ilumina ante mis ojos, me percato de cuán
deforme veía yo la realidad. Sé que me estás leyendo con escepticismo, que
piensas que no estoy hablando en serio; no importa que te rías, mañana te
convenceré.
Palabra: Ileana Ruiz
Dibujo: Xulio Formoso
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