Hace treinta y pico de años, cuando el tráfico caraqueño
todavía era medianamente racional, el maestro Bracca componía sus piezas
mientras manejaba un autobús de la línea Mesuca. Pero ya El Carrao de Palmarito
le había grabado Chaparralito Llanero y lo había convertido en éxito. También
Javier Solís y Julio Jaramillo le habían interpretado sus temas, además de lo
más granado y emblemático del canto llanero. Cuando Cristóbal Jiménez puso su
Fiesta llanera en Elorza en un acetato, hasta los suecos y los bálticos (por
nombrar dos al voleo) bailaron al son de las bandolas. Siempre se trajo con él,
estuviera donde estuviera, el polvo del camino de su natal Orichuna y a
Orichuna de Apure volvió para fundirse con su polvo caminero después de 94 años
y más de 300 canciones. Un abrazo maestro y nos seguimos viendo por ahí, en el
camino.
Palabra y dibujo: Xulio Formoso
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