martes, 20 de agosto de 2013

Cortázar: el amor en un caleidoscopio de letras.





El amor no tiene un solo camino. Puedes recorrerlo construyendo tu propia Rayuela: de principio a fin y a x caracteres sin espacio entre los cuerpos; otra opción es seguir secuencialmente y a fondo blanco desde la primera línea del segundo párrafo hasta donde acaba el tercero y obviar el resto; si no, leyendo, bajo la luz del nombre del octavo mes del año, sólo la última oración de cada segmento pidiéndoles que sirvan de citas textuales para tu pasión; o, simplemente, siguiendo el pulso que te indique el deseo “y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja”. 

Como dijera Gustavo Pereira desde algún remanso, los cronopios no son sólo sueños de poetas. Algunos se asoman de vez en cuando entre las páginas de los libros; otros prefieren los periódicos para perpetuarse; la mayoría deambula por las ciudades tratando de asirse a algún encuentro o escuchando al sereno de la noche especular de nuestras vidas quien va gritando por las calles del mientras tanto ¡26 de agosto y Cortázar! Son muchos climas y texturas reales o surrealistas las que han de surcarse en 70 años con espinas ya que en el transitar desde una “Presencia” inexorable a un “Divertimento” inmanente sabemos que a pesar del oráculo de la muerte “la esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”. 

¿Qué podrá hacer mi maga, esa irreverente letra ante tu filosofía universal? ¿Puede traducirse el argumento absurdo de un corazón sin valijas ante el análisis morfológico o sintagmático de alguna expresión? ¿Cuánto puede desvelarte una “Casa tomada”? ¿Qué profundo hieren “Las armas secretas? Sólo desmenuzando las entrañas de un jazz hasta hallar la nota más erótica que pronuncia tu saxo es posible sucumbir ante la loca cordura de saber que Jules Florencio Cortázar “se doblegará si realmente soy yo, se sumará a mi zona iluminada, más bella y cierta; con sólo ir a su lado y apoyarle una mano en el hombro”.

Existen muchas rutas para irnos descubriendo, muchos modos de sincopar los pasos: devenires, alianzas, complicidades, besos. Tal vez se vale perseguirnos en los cuentos siempre y cuando esa ardorosa seducción acabe simultáneamente al “Final del juego”. Creemos, con la humilde y profunda convicción de un presentimiento, que el itinerario que penitencialmente nos imponemos nos exige silencio absoluto mientras saboreamos el paseo. Nada se interpondrá en nuestra coincidencia. No nos extrañaremos cuando al volver una página nos veamos juntos porque “andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”. 

Palabra: Ileana Ruiz 
Ilustración: Xulio Formoso

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