martes, 22 de octubre de 2013

Pablo Neruda

Tu poesía jamás será desterrada
Entre vidrios rotos y madera húmeda crece el amor


Es Pablo Neruda (12 de julio de 1904 – 23 de septiembre de 1973) el canto de un pueblo que todo lo hizo a mano: el beso y la caricia, el poema, el recuerdo, el amigo, la muerte. Este escritor con sabor a vino y sangre, oloroso a mar y nostalgia no vivió una vida sino muchas “Mi vida es una vida hecha con todas las vidas: las vidas del poeta”, nació en Chile y “de aquellas tierras, de aquel barro, de aquel silencio, he salido yo a andar, a cantar por el mundo” su Crepusculario y sus Odas; sus Cantos Ceremoniales y Sonetos de Amor; su Canto General y sus Residencias; su Estravagario y sus Navegaciones entre otras muchas obras.


        Es el beso la cavidad más grande pues en él caben todos los misterios del mundo. ¡Qué bueno saber que con él se opacan las tristezas! Es la caricia el paseo más sabroso pues en ella nos descubrimos las sensibilidades. La vida debe crecer en el mástil o alzarse como los mascarones de un viejo navío que rompe las olas, vestirse de poesía, derretirse en almíbar, mantenerse firme y entregarse toda “Yo quiero para mí la avena y el relámpago/ a fondo de epidermis,/ y el devorante pétalo desarrollado en furia,/ y el corazón labial del cerezo de Junio,/ y el reposo de lentas barrigas que arden sin dirección,/ pero me falta un suelo de cal con lágrimas/ y una ventana donde esperar espumas”.      
Es el poema el único placer que se tiene en solitario, es acicalarse para recibir al amado, anticipo placentero del gusto de una mirada ajena posada sobre las propias letras. Es la carta un abrazo a distancia, voz que llega donde no el grito, taburete donde nos encaramamos para alcanzar el arco iris “¡Ay! si con solo una gota de poesía o de amor pudiéramos aplacar la ira del mundo, pero eso sólo lo pueden la lucha y el corazón resuelto”.
            Es el recuerdo recurrencia en el impreso de nuestra memoria, titular no siempre bien logrado pero que invita a continuar abundando en la noticia y no son pocas las veces que la misma nos ocupa por días aunque no sean buenas nuevas sino amargos desencuentros “no son recuerdos los que se han cruzado/ ni es la paloma amarillenta que duerme en el olvido/ sino caras con lágrimas/ dedos en la garganta/ y lo que se desploma de las hojas:/ la oscuridad de un día trascurrido,/ de un día alimentado con nuestra triste sangre”.
Es el amigo la mejor digresión en el discurso de la solidaridad, coincidencia de nuestra locura; es quien enciende un fosforito para guiar nuestros pasos en la oscurana del dolor más intenso y se ríe de nuestras ridículas ocurrencias. Así, un día de estos que amanezca más temprano, abriré el abdomen de una página y saldrá de sus entrañas un poema de Neruda que sobrevivió a la intemperie: “En la noche del corazón/ la gota de tu nombre lento/ en silencio circula y cae/ y rompe y desarrolla su agua”.
         ¡Qué pena que a veces la muerte nos quiebre el empate y se salga con la suya! Siempre nos sorprende aunque intentemos prepararnos para su encuentro. Nos colma de tristeza y hace que nuestro andar vacile por unos momentos. Entonces, buscamos a tientas en qué gajito de entereza aferrarnos para no caer en la borrasca de la desesperanza. Porque  después del frío y el fuego un poeta no puede ser el mismo, una vez que la muerte nos ha besado la vida “es una sola hora larga como una vena/ y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado/ transcurrimos/ apartando las sílabas del miedo y la ternura/ interminablemente exterminados”.
          ¡Ay, poeta! Si te marchas o te mueres te quedas sin beso ni caricia, sin poder escribir; sin carta, recuerdo ni un carajo porque, como sentenció alguna vez Gabriel García Márquez, “morir es no estar nunca más con los amigos”. Así, pues, ¡salud, Pablo Neruda! Haznos el favor y no te mueras nunca. Y gracias, compañero de canto solo “Porque los hombres ya no tienen muerte/ y tienen que seguir luchando desde el sitio en que caen/ hasta que la victoria no esté en sus manos/ aunque estén fatigadas y horadadas y muerta/porque otras manos rojas, cuando las vuestras caigan/ sembrarán por el mundo los huesos de tus héroes/ para que tu semilla llene toda la tierra”.

Palabra: Ileana Ruiz
Dibujo: Xulio Formoso

Perucho Aguirre

La cultura popular tiene la voz de Perucho Aguirre
La copla es un cuento de la vida



Desde hace 42 años la música del oriente venezolano - gaitas, galerones, polos, motivos guaiqueríes -  viaja en el barquito de papel y voz que el Collar de Perlas ha construido para navegar por el azul. Nueve pájaros de mar que andan por tierras monaguenses sin haber jamás dejado de palpitar en el corazón de la isla porque para ellos “Margarita está rodeada de Venezuela por todas partes”. Las canciones de Perucho Aguirre no caben en cuatro espacios y cinco líneas sino que precisan del pentagrama de la vida para expresarse y trascender.


            ¿Cómo es la historia de un canto?
Desde niño yo vengo haciendo coplas y poesía. Todos los personajes que iba conociendo en mi infancia y lo que ocurría en mi calle lo hacía versitos. Cuando entré al campo musical me di cuenta que podía conjugar las dos cosas, las anécdotas y la música. Yo escribo en cualquier papelito: cartón de vasos, servilletas, revistas, periódicos, libretas y grabo la música; la voy oyendo hasta que la saco pa’ la calle. A medida que la voy cantando la voy arreglando hasta que por fin la oigo y me digo ¡ésta es!
¿Cuándo sabes que una canción está bien hecha?
Pues cuando uno la canta en alguna parte y crea una polémica, una habladera sobre eso. Es lo que yo llamo la dialéctica del canto popular en Venezuela. Se hacen muchas canciones y las estás oyendo y sabes que no hay nada: es simplemente una canción. Se llama canción porque tiene música y letra. ¡Ah! Pero el alma de la canción, el corazón latiendo, los pulmones respirando, la condición de amor que pueda tener (porque al fin y al cabo el verdadero amor está lleno de sangre, de ritmo) eso es muy diferente.
¿Cuál es el papel de la radio en la difusión de ese amor?
La libertad de expresión en la radio es la inducción de la libertad de pensamiento. Acá lo quieren resolver todo con leyes. Ahora se pretende que la gente de la radio entienda lo que es importante. Si no lo entienden, los buenos propósitos se quedan en nada, en pura ley. Por ejemplo, tú pones una emisora de radio todo un día y no oyes una cantica de alguien importante, llámese importante quien haga una canción que te atrape, te convoque, te diga algo. La canción no es para vestir una moda. Si alguien va a conocer Margarita, lo justo es que en los autobuses se oiga la música de allí para que la gente la aprecie. ¿Qué está pasando con nosotros que nuestro canto no está produciendo ninguna avalancha?
¿Cuál es la razón de ser de un cantor?
Situarse uno en la vida. ¿Para qué hago yo esto? Lo importante es que sí, uno pretende alegrar pero, en el fondo del corazón, uno lo que pretende es atrapar, convocar, meter en cintura eso que la gente no sabe y que es a través de la canción que se puede decir. ¡Ah! Pero es que me estoy yendo con una letrica simpaticona, muy bien hecha, muy pulimentada (eso de hacer una canción de un solo cipotazo no es cierto) porque mientras no logre la última colada, eso no va para la calle. Allí está mi responsabilidad como músico, como compositor.
¿Cómo encuentra un artista la trascendencia?
El trasfondo es muy parecido a lo que yo hago: tratar de encontrar un pendejo y meterlo hacia el potrero mío para que cuando yo vea que el caballito ya está listo le abra la talanquera para que se vaya ¡Anda a correr el campo! ¡Allá va otro Perucho! ¡Aguántenlo porque ese loco va a no engañar! Él va lleno de amores. Ese es el secreto: conjugar los amores de uno y los que uno pueda conseguir. Hay que leer buenos libros, buenos periódicos, escuchar buena música para no quedarse metido en un círculo. También hay que salir, hablar con la gente, observar las cosas para no ponerse a inventar: si te pones a inventar, resulta que la letra no te sirve. Hay que manosear la materia prima con la que pretendes hacer una canción. Es como un jardín: si no lo cuidas, lo podas, le quitas las ramas que se secaron y lo enamoras, mejor es que no hagas nada.
¿Qué es el azul que te sirve de rúbrica?
Azul son sentimientos, azul ha sido mi vida. Ese mar bravío, tempestuoso y otras veces sereno. Una mezcla de todos los azules posibles que pretenden hacerse poemas, canciones bien hechas, velorios de cruz de mayo, anécdotas. En ese azul con el que yo termino todos mis textos está este país que todavía en el azul no ha aparecido donde cada quien es ese caballito patrio, cimarrón, lleno de fuerza y anhelos. Donde no hay desesperanza, descontrol, insensatez. Donde todos cabemos.

Entrevista: Ileana Ruiz
Dibujo: Xulio Formoso

lunes, 14 de octubre de 2013

Bonito barrio firme


Las casas de los cerros se derrumban, las de las colinas, no. Y no es por problemas de alarifes ya que las casas de cerros y colinas son construidas por el mismo  Juan y María Albañil. Son problemas de improvisación, falta de cálculos estructurales y arquitectónicos, asesoría técnica de ingeniería urbana y baja calidad de los materiales empleados.

En las colinas falta el agua un día a la semana, racionamiento programado, comedido y necesario para el ahorro ecológico de tan preciado derecho humano. En los cerros llega el agua un día a la semana por lo que los pipotes y baldes constituyen injustamente el decorado interno de cocinas, baños y lavanderos.

En los cerros hay que “robarse la luz”,  en las colinas se paga por el suministro eléctrico. En los cerros hay que subir enésimos escalones individualizados en cuanto a altura y medida de pisada para llevar a casa el mercado, la bombona de gas, los bloques y cemento para ampliar el cuarto o bajar en brazos y a la carrera a la parturienta que ha roto fuente, no sea que para en la escalera. En colinas el vehículo llega hasta la puerta.

Son desigualdades en las alturas de la  geografía de una misma patria.

Es tiempo de repensarse la construcción de los barrios. Ahora bien, hay que hacerlo con el espíritu solidario y humanamente bonito de quienes habitamos los cerros. Pensarse un urbanismo con lugares para el encuentro. Lugares vivos, no estructuras cerradas y exclusivas. Algo que se identifique con la esquina del callejón, o la ampliación de la escalera donde se pueda hacer la fogata ideológica, encaramar el templete en carnaval o quemar a Judas.

Necesitamos paredes que protejan la intimidad familiar pero con ventanas que permitan saludar a quienes compartimos vecindad, viviendas con un porche literario abierto a la calle. Caminerías por las que se pueda bailar  al santo, recorrer en procesión con la paradura del niño al ritmo del tobo-tambor y el rallo-charrasca.

No queremos el portón eléctrico para encerrar paranoias. Queremos vivir en privacidad lo cual no implica que todos y todas no se metan en nuestras vidas: los logros personales son logros comunales y los duelos se superan si se lloran en colectivo.


No queremos vivir cuidando cosas y casas de lujo. Queremos tener la libertad y felicidad de vivir en tierra firme pero en un barrio bonito.
Palabra: Ileana Ruiz
Dibujo: Xulio Formoso

Solo con fondo de luna

Brama la nostalgia en pleno apogeo con su luna creciendo en nuestro horizonte: “todo lo que quise lo quise solo”

Somos soledades comunicantes conectados por una base común. Tenemos distintas formas de ser y tal vez encontradas posiciones en el actuar pero cuando las emociones líquidas de nuestros signos gotean, alcanzan el mismo nivel en nuestros corazones impidiendo que uno solo sea rebasado y colapse el alma.

Nos encontramos en la palabra, esa letra en carne viva. Coincidimos un siete de octubre leyendo a Edgar Allan Poe: un poeta para no dormir. Nos amamos con desmesura desmintiéndolo cuando dice “de la misma fuente no he tomado mi pena; no se despertaría mi corazón a la alegría con el mismo tono”. No. No hay coincidencias porque nadie ama de la misma manera dos veces.

¿Por qué Poe esgrimía un artefacto para escudriñar las estrellas si él mismo fue un telescopio para mirar el universo interior? Tal vez porque su cuento, prolongado en el nuestro, sucumbe en el principio y se reinicia en el final. Tus ojos jamás volverán a mirar la luna sin buscar en ella el reflejo de lo perdido…y sin embargo. No importa que la mayoría te requiera, sabes que el reclamo por tu partida es mío.

Tememos. Nos tenemos. ¿Hasta qué punto eso nos redime de incurrir en desacato? ¿Puede un beso certero ahuyentar al cuervo que grazna ¡nunca más! azuzando el dolor del amante afligido? ¿Será que somos solo pesadilla intensa en sueño ajeno?  

Quisiera como Allan Poe sufrir el horror de escribir bien mas no hay relato que me soporte.

Nada hay más ficticio que la realidad.
Palabra: Ileana Ruiz
Dibujo: Xulio Formoso

Música chueca



Uno de los trabajos más hermosos que he tenido fue el de “Poeta de Programa”. Se los juro que así decía mi contrato. El asunto consistía en escribir prosa poética para presentar a un artista en el programa de mano de su concierto.

De eso hace más de dos décadas y ni soñaba yo en ser periodista (lo de andar por Venezuela ubicando cultoras y cultores vino después cuando con Don Xulio Formoso nos dio  por hacer una serie, entrevistas interruptus, ya que no hallaron espacio para ser publicadas). Como me gusta darle la cara a la vida y hablar personalmente con la gente que voy a presentar (y no enviarle un cuestionario o leerme lo que antes se ha escrito al respecto) una vez fui a parar con mis preguntas en casa de Rodrigo Riera quien este 19 de septiembre cumpliría 90 años.

Por aquel tiempo estaba yo estudiando psicología y me costó mucho no hacer más bien una entrevista que perfilara un ser resiliente: con todas las de perder (orfandad, poliomielitis, pobreza) se esforzó hasta ganar todas más una. Me hizo escuchar canciones, preludios, danzas, tangos.

Le pregunté: “¿Cómo definiría usted su música?” Me sorprendió su respuesta: “¡Tan chueca como yo!”. Ese programa de mano que escribí no hablaba de perfecciones ni maestrías: hacía un llamado a escuchar música chueca.


“Nuestra Señora la Guitarra sabiendo de clásicos se regodea en la nota falsa que vibra en manos del aprendiz de tangos. Pueden Segovia y Lauro erizarte la piel, puede una partitura quebrantarte el sueño pero esta tarde Riera, el Chueco Rodrigo -con temas como Canción Caroreña, Nostalgia, Monotonía y Melancolía- hará que tu pueblo te palpite en el ombligo”.

Palabra: Ileana Ruiz
Dibujo: Xulio Formoso